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CAMBIO CLIMÁTICO Y AGRICULTURA

  • Foto del escritor: Alba Lopez Diaz
    Alba Lopez Diaz
  • 4 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 26 ene 2021

El alimento es una necesidad humana básica, y una dieta saludable es un componente esencial en nuestra salud y bienestar. Con el tiempo hemos desarrollado un sistema de producción y suministro complejo y cada vez más globalizado para satisfacer nuestras necesidades de alimentos y de distintos sabores.


Antes de llegar a nuestra mesa, los alimentos que consumimos han sido producidos, almacenados, elaborados, envasados, transportados, preparados y servidos. En cada una de estas fases se liberan gases de efecto invernadero a la atmósfera. La agricultura en particular libera importantes cantidades de metano y óxido nitroso, dos potentes gases de efecto invernadero. También necesitamos replantear la agricultura, otra área que juega un papel crítico en el cambio climático debido a la pérdida de espacio para la siembra, la sequía en muchas regiones del país y las inundaciones en otras, generando pérdidas cuantiosas en cuanto a la productividad de alimento para el consumo humano.


Dada la primordial importancia que tienen los alimentos en nuestra vida, parece bastante difícil seguir reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero de la agricultura. No obstante, todavía hay margen para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a la producción alimentaria en la UE. Sería útil mejorar la integración de técnicas innovadoras en los métodos de producción, como la captura del metano emitido por el estiércol o una mayor eficiencia en el uso de los fertilizantes y en la producción cárnica y láctea. En general, los productos cárnicos y lácteos tienen mayor huella global de carbono, materias primas y agua por kilogramo que cualquier otro alimento.


Además, los cultivos necesitan tierra, agua, luz solar y calor adecuados para crecer. El calentamiento atmosférico ya ha alterado la duración de la estación de crecimiento en grandes partes de Europa. Las épocas de floración y cosecha de los cereales se adelantan ya varios días. Es previsible que estos cambios sigan produciéndose en muchas regiones.


En general, la productividad agraria del norte de Europa podría aumentar al prolongarse la estación de crecimiento y el período sin heladas. El aumento de las temperaturas y la prolongación de las temporadas de crecimiento también podrían facilitar la producción de nuevos cultivos. En el sur de Europa, sin embargo, cabe prever que las olas de calor extremo y la reducción de las precipitaciones y del agua disponible limiten la productividad agraria. También es previsible que el rendimiento interanual de las cosechas varíe cada vez más debido a los episodios meteorológicos extremos y a otros factores como plagas y enfermedades.


Las variaciones de las temperaturas y de las estaciones de crecimiento también podrían afectar a la proliferación y propagación de algunas especies, como insectos, malas hierbas invasoras, o de enfermedades, todo lo cual podría afectar a su vez a las cosechas. Parte de estas posibles pérdidas se podrían compensar con prácticas agrarias como la rotación de cultivos para adaptarlos a la disponibilidad de agua, ajustar las épocas de siembra a las pautas de temperatura y precipitación y utilizar variedades de cultivos más adecuadas a las nuevas condiciones (por ejemplo, cultivos resistentes al calor y a la sequía).



Las fuentes terrestres de alimento no son las únicas afectadas por el cambio climático. La distribución de algunas poblaciones de peces ya ha cambiado, afectando a las comunidades que dependen de estos recursos a todo lo largo de la cadena de suministro. Junto con el creciente transporte marítimo, el calentamiento del agua puede contribuir a facilitar el establecimiento de especies marinas invasoras, provocando el colapso de las poblaciones de peces locales.


Para facilitar su adaptación al cambio climático, los agricultores y las comunidades pesqueras pueden recurrir a algunos Fondos de la UE, como el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader), la política agrícola común (PAC) y los préstamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI). La PAC también dispone de otros fondos destinados a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por las actividades agrarias.


Este complejo problema requiere una política coherente e integrada sobre el cambio climático, la energía y la seguridad alimentaria. Ante el cambio climático y la competencia por recursos escasos, todo el sistema alimentario deberá transformarse y ser mucho más eficiente en el aprovechamiento de los recursos, reduciendo constantemente sus impactos ambientales, incluidas las emisiones de gases de efecto invernadero. Necesitamos aumentar los rendimientos reduciendo al mismo tiempo nuestra dependencia de los productos agroquímicos, reducir los residuos alimentarios y el consumo de alimentos intensivos en la explotación de recursos y la emisión de gases de efecto invernadero, como la carne.


En este proceso, no debemos olvidar que los agricultores pueden desempeñar un papel esencial en la gestión y el mantenimiento de la biodiversidad europea. Además, son un componente crucial de la economía rural. Por tanto, las medidas de regulación adoptadas para abordar este problema tan complejo de los alimentos y el medio ambiente deberán tener en cuenta el impacto ambiental de la agricultura y su importancia socioeconómica para muchas comunidades.

 
 
 

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